Hoy, once de noviembre, mi hermanita cumpliría veinte y tres años, si a los veinte y cinco días de nacer no hubiera querido mostrar cuán encanto encierran dos alas jóvenes que se estrenan. Como un niño con zapatos nuevos -tal vez nunca mejor dicho- el primer día de colegio. Hemos de honrar a nuestros muertos pero sólo porque, desearan o no seguir entre nosotros, no fue de ellos la última palabra. Esto se parece mucho a una especie de caza de brujas, buscar venganza en nombre de las personas que queremos y en nombre del futuro que imaginamos en torno a una constante lluvia de preguntas cuya respuesta, ahora, hemos de procurar en otro sitio, seguramente en soledad, pues basta, y perdona que ponga en boca de otro lo que sólo pienso yo, una sola persona que falta para sentirnos abandonados por todos. Si hay un dios, un cielo, es sólo para estar pendiente de cuantas veces flaqueamos en torno a la fe –en lo terrenal, por supuesto- y de esto presumo a falta de otra explicación. Ojalá sepamos mantenernos lo suficiente firmes para dejar constancia de que no necesitamos más que el recuerdo en nuestro vivo corazón para honrar a nuestros seres queridos, al menos con la fuerza que hemos aprendido, unos seres queridos a quienes ese misterio que llaman dios, cielo, nos ha arrebatado.
Jesús Miguel Horcajada García
