I
Todo esto sucedió en el transcurso de un día caluroso en que yo no quería llorar delante de la gente que me quiere. En cambio aquí todos lloraban, y cuando eres el único que estúpidamente intenta luchar contra sus sentimientos, puede apreciarse en el aire algo parecido a la cobardía que tanto menciono, que se parece más al miedo.
Gente demuestra su cariño, gente que habitualmente no me devuelve el saludo y que hoy viene y besa mi mejilla izquierda. Hay una mujer que se parece mucho a ti y que me ha preguntado por mi madre. La máquina de refrescos hace un ruido espantoso y creo que pronto alguien querría decir las como son si ese hombre que no se ve pero que mueve las cortinas no las hubiera dicho ya. Todavía no estoy llorando, pero lloraré.
II
Trabaja en una funeraria y si no tuviera tanto trabajo podría ser poeta. Probablemente procuraría esfuerzo más allá de sus propias emociones. Esto es más miedo a aceptar sus sentimientos y yo no le digo que porqué. Siempre con la mirada al suelo fuma demasiado y su marcha al caminar me desconcierta bastante. Creo que a él podría molestarle tan irreverente faena prosaica.
III
Qué haces aquí solo. Qué pregunta tú que me viste nacer y viste en mis ojos la primera llamada de atención. Alegría pues antaño en unos ojos araneros. Hoy, florecillas muertas en cuyo aroma nace la última pasión.
Jesús Miguel Horcajada García
